La fiebre del oro en el Lejano Oeste

La conquista del Oeste, El perdón, La leyenda de la ciudad sin nombre, California, El jinete pálido o Ciudad sin ley, son algunos de los títulos de largometrajes que han retratado la fiebre del oro californiana. El descubrimiento del ansiado mineral dorado en 1848 produjo una conmoción social de consecuencias gigantescas que cambió el curso de la historia de los Estados Unidos. Los gambusinos, al igual que los vaqueros, contribuyeron a forjar el imaginario del Lejano Oeste, que después Hollywood se encargó de representar en muchas de sus películas.
¿Qué es la fiebre del oro?
Se conoce a la fiebre del oro como una migración en masa y apresurada a zonas rurales motivada por el descubrimiento de este mineral. El fenómeno social cobró verdadera fama tras el hallazgo de yacimientos de oro en los alrededores de la ciudad de San Francisco, a mediados del siglo XIX, y que contribuyó a la formación del Estado estadounidense y su expansión hacia el Oeste.
Las causas de estas migraciones multitudinarias en el siglo XIX se debieron, en gran parte, a las mejoras de las redes de comunicaciones y transporte, así como a un entorno de insatisfacción social favorecido por las esperanzas de que un golpe de suerte cambiara sus vidas.
Aunque la más conocida fue la de California, hubo muchas otras fiebres del oro a lo largo del siglo XIX, como la de Victoria, en Australia, o la del Klondike, en la región del Yukón, en Canadá, así como en zonas de México, Chile y Argentina. Incluso Almería tuvo la suya propia.
Fiebre del oro de California
Todo comenzó en enero de 1848, cuando en el rancho de Sutter’s Mill, un carpintero llamado James Marshall encontró pepitas de oro en el río American, muy cerca de la aldea de Coloma, y que hoy en día atraviesa la ciudad de Sacramento.
En ese momento, la zona era aún territorio mexicano. Pero en febrero de ese mismo año, México y Estados Unidos firmaron el tratado de Guadalupe Hidalgo, por el que se ponía fin a la guerra entre ambos estados y por el que EE.UU. obtenía los territorios hasta entonces mexicanos de Nuevo México, Texas, California, Arizona, Utah, Nevada y partes de otros estados.
Aunque Marshall lo quiso mantener en secreto, pronto los rumores se extendieron como la pólvora y la noticia llegó hasta la Costa Este. El oro atrajo, sobre todo, a estadounidenses, pero también a extranjeros de Europa, América Latina, Australia y Asia. Se calcula que en apenas siete años más de 300.000 personas llegaron a esta región.
El viaje que emprendían era muy duro, tanto que podía llevar a la muerte. Los primeros inmigrantes, llamados forty-niners por la fecha del descubrimiento, llegaban en barco después de más de cinco meses rodeando el sur del continente americano.
Otras rutas consistían en pasar por el istmo de Panamá y recorrer en buque el océano Pacífico hasta San Francisco, o cruzando el país de México. Aunque, al final, la mayoría acabaron atravesando Estados Unidos de lado a lado.
Las consecuencias de esta migración masiva fueron visibles en muy poco tiempo. Antes de la fiebre del oro, California apenas estaba poblada y San Francisco no era más que una pequeña población.
Sin embargo, tras el hallazgo del tesoro, la ciudad y la región comenzaron a prosperar de una forma vertiginosa. De la noche a la mañana surgieron nuevas ciudades, escuelas, hospitales y caminos. Un gran desarrollo urbanístico financiado en gran parte con el preciado metal. Todo esto contribuyó a forjar el imaginario del sueño americano, como un destino de oportunidades y con la promesa de una nueva vida.
Además, por estas fechas California era una región sin ley, sin propiedad privada ni impuestos que pagar. Al haber pasado ese mismo año a manos de Estados Unidos, estaba bajo control militar, pero sin ninguna legislación definida.
Los primeros gambusinos se beneficiaron de estas ventajas, al no tener impedimento para apropiarse del oro que encontraban.
Al principio era muy fácil extraer el mineral con una simple operación manual de muestreo y cribado en los ríos, pero hacia 1855 la situación había cambiado y ya no era tan sencillo. Se desarrolló entonces la minería hidráulica, el dragado y otros métodos de extracción del oro, que a la larga tuvieron grandes consecuencias medioambientales.
Paralelamente, el primer ferrocarril transnacional se inauguró en 1969 y unió la ciudad de Sacramento con Omaha (Nebraska). De este modo, se redujo considerablemente la duración del viaje y ayudó a conectar el país.
Sin embargo, la fiebre del oro en California tuvo también sus aspectos negativos, especialmente para los nativos americanos, que sufrieron hambrunas y enfermedades, y después fueron confinados en reservas, mermando considerablemente su población. Por no hablar del deterioro medioambiental que causó la minería.
Sin ir más lejos, los métodos tradicionales de extracción para separar el oro de la piedra donde venía incrustada utilizaban arsénico o mercurio. Muchos de los ríos de esta zona siguen aún contaminados hoy en día.
Fiebre del oro en Almería
Almería, como pequeña réplica del Lejano Oeste, también tuvo su propia fiebre del oro. En el pueblo de Rodalquilar, en pleno Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar, se encontró este ansiado metal dorado a finales del siglo XIX.
Concretamente se descubrió en 1883 en la mina “Las niñas”, y más tarde, ya en el siglo XX, en “María Josefa”.
Hay que imaginar lo que supuso entonces el hallazgo de este tesoro en medio de miles de hectáreas de desierto, sin apenas agua ni vegetación.
El descubrimiento supuso una revolución, y muchas empresas y particulares nacionales e internacionales se interesaron y compitieron por la explotación de estas minas, aunque tras la Guerra Civil fueron nacionalizadas.
El pueblo de Rodalquilar se fundó en 1930 cuando se instaló la compañía Minas de Rodalquilar, y la explotación del lugar a gran escala comenzó en 1933, teniendo un gran desarrollo durante la posguerra.
Sin embargo, a partir de los años 60, las minas decayeron hasta su total abandono en 1980. Los mineros se fueron al paro y comenzó la emigración hacia Cataluña, País Vasco y otras regiones. Hoy en día Rodalquilar cuenta con menos de 200 habitantes, y vive en gran parte del turismo.
Ya conoce lo que es la fiebre del oro. Si quiere descubrir más sobre el Lejano Oeste, el parque Oasys MiniHollywood, en pleno desierto de Tabernas, le abre las puertas al Farwest. Además, si va a viajar a Almería, es imprescindible que haga una parada en las minas de Rodalquilar, un lugar con una enorme importancia histórica y cultural.